Mariano, Ese Hombre (Biografía No Autorizada) / Capítulo 1: Infancia

Quiero dedicar esta sentida biografía a don Mariano Rajoy, ilustre próximo presidente de este pais tan bonito llamado España. Mi más sentida admiración hacia su persona, su carisma, su magnetismo personal, que a mi siempre me sedujo. Por fin esta patria nuestra contará con un hombre de verdad al frente. Y no como hasta ahora, con el Zapatero, un inútil total, amigo de los artistas y los maricones.

Esta biografía que hoy comienzo, finalizará su último capítulo el veinte de noviembre, cuando España recupere la cordura y comience una nueva era llena de esplendor.

Póngame a los pies de su esposa, una mujer como Dios manda (y no como la otra, la "cantante", vamos hombre). Y salude y abrace afectuosamente a sus hijos (unos hijos normales, no como las hijas del Zapatero)

No se crea usted, don Mariano, que esta biografía está hecha para ensalzarle. No hace falta. Usted ya está en lo más alto y nos observa desde ahí arriba, desde donde sólo los grandes tienen derecha, perdón, derecho a estar.

No interprete que con esta biografía reclamo algo de usted. Nada más lejos de la relidad. No quiero esa plaza en la Diputación Provincial de Burgos que se adjudica dentro de un mes. No. Ni quiero una subvención pública para mi negocio de cultivo de ortensias. No, por Dios. Sólo quiero lo que usted tenga a bien ofecerme. Mi dirección de correo es tranquilozowi@gmail.com. Aquí podremos gestionar mejor nuestros particulares asuntos.

Gracias.



CAPÍTULO 1 / INFANCIA

Sí, porque hasta los más grandes han sido niños alguna vez.

Don Mariano Rajoy nació en Santiago de Compostela, un 27 de marzo del año 1.955 después de Cristo, o para que me entendais mejor todos, en el año 16 después de la Victoria. Desde ese momento, España contaría ya con dos santos salvadores. Santiago, santo patrón de todos los españoles y azote de moros infieles e impíos y el propio don Mariano, santo varón y futuro azote de rojos y otra gentuza de la peor calaña. Dos santos llamados a limpiar España de la chusma que la corrompe y la degrada. Dos esperanzas para los auténticos patriotas.

Marianín, como le llamaremos en este capítulo, era hijo de un eminente jurista, presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra, y en esta hermosa ciudad crecíó el infante rodeado del cariño de su familia.

En la guardería ya destacaba su ingenio y pericia cuando jugaba con la plastilina. Los hilillos de plastilina de Marianín se harían famosos en su centro preescolar.

Estudioso, obediente, ordenado. Un coñazo de niño, vamos. Perdón, se me ha escapado. Marianín era torpón en los juegos de acción y de interacción física y los demás niños le decían a menudo: "Marianín, deja de jugar como un marica y pásanos el balón", contribuyendo así con su comportamiento al alegre clima de bromas y chanzas tan propias entre los infantes y que en definitiva ayudan a forjar nuestro carácter.

Hablando con los profesores que en aquella época le dieron clase, no he conseguido encontrar mas que a un profesor que se acordara de él, y creo que tiene algo de demencia senil, el pobre. Así de discreto era el pequeño Marianín. No quería destacar para no hacerle un feo al resto del alumnado. Otros diran, en su retorcida mente podrida por el rojerio, que el problema es que Marianin era un niño gris y que nadie le hacia ni puñetero caso. Mentira. Infundios. La discrección es una virtud. Mirad si no a don Francisco Franco, que estuvo cuarenta años así a lo tonto, como sin hacer ruido.

Este profesor, que se acordaba de nuestro Marianín, me contó, entre otras muchas anécdotas entrañables, el sucedido que tuvo con una de las niñas del colegio cercano de Nuestra Señora de la Santa Castidad Perpetua. Esta niña, llamada Esperancita, la tenía tomada con el tierno Marianin. Se acercaba a él, le daba patadas a diestro y siniestro, le soltaba improperios de dificil reproduccion aqui y le sacaba la lengua continuamente como burlándose de él. Los demás niños se reian de él, porque nunca se defendia. Otra virtud, poner la otra mejilla, como predicó Jesucristo Nuestro Señor. Se dejaba pegar e insultar. Incluso le llegó a quitar el bocadillo en varias ocasiones. Cuando lo llevaba de chorizo del bueno, no cuando lo llevaba de salami.

Un día, cansado Marianín de tantas humillaciones, le preguntó a la joven Esperancita: "¿Qué quieres de mi, niña tonta?". A lo que ella contestó: "Quiero ser la delegada de tu clase". Esto era harto imposible, porque Marianin, que era por cierto el delegado de su clase porque nadie más se había presentado, iba a un colegio sólo de chicos. Pues a pesar de todo, la persistente niña continuo día tras día con su acoso. Ahora los modernos lo llaman bulling, antes lo llamábamos tocar los cojones a dos manos.

Esta divertida anécdota no hace más que remarcar el carácter conciliador y tranquilo de un líder en ciernes.

La infancia de Marianín marcaría, sin duda, el futuro de este nuestro gran país. España.