lunes, 29 de agosto de 2011

Cuentos Para Helena 2: La Burbuja Nueva Del Emperador




Había una vez en un país muy, muy cercano un emperador bonachón. Pero tonto del culo.

Un día que estaba aburrido en palacio, llegó un hombre a ofrecerle un regalo. El emperador, como no tenía otra cosa mejor que hacer, aceptó recibirle y ver qué era lo que aquel visitante le ofrecía.

-Le traigo algo increible, inaudito, fantástico. Lo nunca visto.-le dijo el hombre al tontolachorra del emperador.

El hombre abrió una caja dorada y sacó un pompero de los que venden en las ferias y, después de desenrroscar el tapón, hizo una pequeña pompa de jabón.

-Esto es para usted. Una burbuja.-dijo el amable personaje.

-¡Pues qué chula!-contestó el imbécil del emperador.-Yo siempre soñé con tener una burbuja.

El generoso visitante se fue, no sin antes llevarse su recompensa en monedas de oro.

La burbuja era mágica. Según más la mirabas, más crecía de tamaño. Como el emperador era estúpido, se pasaba todo el día mirándola como embobado, desatendiendo sus labores como gobernante (casi era mejor, porque el tío era un fenómeno como estadista).

De hecho, llegó un momento en que la burbuja no cabía en el palacio. La llevaron a la plaza, donde el espacio era mayor y así todo el mundo la pudiera observar. El pueblo se quedó fascinado por el tamaño de la burbuja. Todos la miraban maravillados. Y cuanto más la miraban, más crecía. Muchos artesanos dejaron sus trabajos para dedicarse en exclusiva a observarla. Se vendían postales, recuerdos, figurillas representando a la burbuja. Los escritores y los periodistas sólo escribían sobre este fenómeno, haciendo grandes glosas y alabanzas.

Pronto, casi todos los habitantes de aquel país tan, tan cercano, dedicaron su vida y sus oficios a engrandecer la burbuja.

Todos estaban muy contentos. La prosperidad inundaba las calles. Los hombres se compraron carromatos nuevos tirados por caballos de pura raza. Las ciudades crecían. Los palacetes se levantaban por doquier.

Pero un día pasó algo terrible.

Un niño, llamado Néstor Subprime, dijo lo que ya algunos empezaban a pensar:

-Pero...Si sólo es una burbuja-. El niño se acercó a la burbuja, levantó su brazo derecho y fue acercando poco a poco su dedo índice a la misma. Con tal mala suerte que al tocarla, estalló y desapareció.

No puedo relatar en este cuento lo que sucedió después ya que esto lo pueden leer los niños. No se pueden reproducir los acontecimientos terribles que se desencadenaron.

Seguramente Stephen King esté trabajando ya en ello.

Y colorín, colorado, este cuento para Helena ha terminado.


MORALEJA: "Más terrible que una bruja, es una simple burbuja"

4 comentarios:

  1. El King madre, deja, que ya pasé mucho miedo cuando era valiente :s

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  2. Pues esa burbuja estalló realmente dejando colgados a muchisima gente que pidió creditos(se los pusieron en bandeja) y ahora no saben como hacer frente a ellos.
    Es un cuento realm mas que las novelas de terror de King.
    Mis saludos.

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  3. Digno de una peli de terror si señor!

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  4. Por cierto, alguien que estudió filología, y por tanto sabe más que yo, me dijo que LUCIANO DE SAMOSATA, el griego de mi viaje a la luna lunera mariconera, tiene otra sentencia lapidaria en una de sus obras: "Al final, nos gobernarán las putas, ya que sus hijos se han manifestado como muy incompetentes"

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